Un joven virgen e inexperto se lanza a los pies de su hermanastra solicitando a con sollozos que necesita conocer más sobre el sexo, pues normalmente a su edad sus compañeros de escuela han tenido increíbles experiencias sexuales, todos hablan de lo gratificantes que son y él desea al igual que ellos vivir la suya propia.
Nuestro chico virgen le pide ayuda a su hermanastra mayor sobre como follar, y está al principio se escandaliza y utiliza argumentos que puedan persuadir al chico de seguirla molestando. Pero a medida que habla con él, la curiosidad la inquieta, porque recuerda que le han comentado que no hay nada más fogoso y delicioso en la cama que un hombre joven e inexperto.
Es así como ella decide abrir su camisa y mostrar al impaciente chico sus grandes tetas y poco a poco le deja apreciar su hermosa figura, cosa que lo deja boca abierta y lleno de baba porque está en un estado que oscila entre sorprendido y deseoso, es aquí cuando se encienden los motores del deseo y ambos se entregan a la acción.
Ambos saborean sus cuerpos mutuamente y ella da muestras de su experiencia, brindándole caricias y sensaciones que para el joven en su momento son indescriptibles, pero poco a poco se acopla a su hermanastra y juntos crean un torbellino de pasión que los ata al vicio de consumirse sexualmente una y otra vez.
Probar la miel de una mujer será lo que enloquecerá al joven, quien después de comerse ese rico bocado sentirá la necesidad de penetrarla con todas sus fuerzas y derramar sus jugos por todo su cuerpo, acción que su hermanastra agradecerá porque disfruta del sabor de los flujos seminales provenientes de una polla joven. Al final ella dará un voto positivo al dicho que un hombre joven sin experiencia es una marejada de olas de pasión.