Ella era su criada, la misma que lo acompañaba a jugar en el lago cuando era niño, la que le acompaño muchas veces en su adolescencia a realizar múltiples actividades, aquella criada de la cual se fue enamorando en silencio, esa mujer servicial que con el tiempo comenzó a llamar su atención, por lo afiladas que eran sus caderas y sus hermosos senos.
Frente a la orilla del lago, donde pasaron momentos maravillosos de diversión, estaba él con ella al lado, parece que los años no hicieron efecto en ella, y hoy todo un hombre solo podía ver que cada vez era más hermosa y provocativa, que aun bajo ese traje de criada, se podía observar que estaba un cuerpo hermoso lleno de sorpresas.
Cuando sucedió el accidente y cayeron juntos al fondo del lago, él la abrazo sin miedo, más bien con placer, y después de salir del agua y ver como la ropa de ambos se secaba, pudo confirmar que, a pesar de ella, cubrirse con un sencillo delantal, tenía el cuerpo que hasta una adolescente hubiese soñado tener.
Las cosas sucedieron como tenían que pasar, él era un hombre robusto y apuesto, y ella una sexy y hermosa mujer, ¿Qué otra cosa podía pasar? Solo aquello que se había postergado durante muchos años, había que saciar esa larga espera y el cuerpo de ella respondió de inmediato a las caricias de nuestro chico protagonista que se deleitó probando cada centímetro de su piel.
Le hizo el amor como ella se merecía, como hacérselo a alguien muy especial, alguien que dedico mucho tiempo a mimarlo y llevarlo hasta donde estaba ahora, ella ahora no era solo su criada, también era su amante, una relación que se haría más sólida, unida por la pasión y el calor del sexo que nace del deseo profundo. Una verdadera relación cultivada por los años y consumada con el paso del tiempo.